Todo el mundo es importante

La lectura del libro Todo el mundo es importante, en el que Bob Chapman, director general de una empresa con más de 12.000 trabajadores y una facturación de 3.000 millones de dólares nos muestra el camino a esa transformación. Sé que, con ejemplos similares –grandes empresas, americanas y un marketing editorial detrás–, nos sale el descreído que llevamos dentro y, ni nos creemos lo que nos cuenta, ni vemos la posibilidad, más bien la imposibilidad de llevarlo a la práctica. Incredulidad que nos viene, fundamentalmente, porque en el fondo no creemos en las personas, no creemos en nuestros equipos.

Como ya hemos comentado en alguna ocasión, en las organizaciones nos llenamos la boca pregonando que lo más importante son las personas. Cuantas veces hemos oído o dicho: “Sin mi equipo esto no sería posible”. Pero, como en todo, una cosa es decirlo y otra hacerlo. Una cuestión es conocer y comprender el valor de las personas y otra tomar las decisiones considerando sus necesidades. Y, por favor, no entiendan que esto significa que la empresa está por debajo, o que debe supeditarse a lo que quieran sus trabajadores. Sólo se trata de preocuparnos por ellos sinceramente. Si no lo hacemos deterioramos la relación de confianza y se comienza a crear una cultura de la falsedad y del interés propio.

También hablamos continuamente de la cultura de la empresa, esa combinación de valores y comportamientos, que debe marcar la impronta de cada organización. Cuando los valores son sólidos las personas actúan conforme a ellos, pero cuando no, sucumbimos al resultado, al cortoplacismo, haciéndose lo que haga falta por conseguirlo. Comenzamos entonces a desmantelar la cultura, la confianza y la cooperación.

Evidentemente no es fácil. Aunque hablemos de estrategia, del largo plazo, de valores, etc.., la presión del día a día nos supera. Pero lo significativo de en este libro es que lo lleva a la práctica, no está escrito por un gurú que aconseja, pero no implanta. Se prueba que predicar con el ejemplo es más poderoso que todo lo que digamos, y que la confianza es un elemento clave. “Trata a tus empleados como te gustaría que trataran a tus hijos”, nos dice Chapman.

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