Quinta revolución

Estamos en los albores de la quinta revolución industrial, aún no hemos finiquitado la cuarta, pero los cambios y transformaciones que, aceleradamente, se están produciendo en los modelos de negocio, en los sistemas productivos, en los comportamientos y hábitos sociales impulsados por los avances de las tecnologías nos avoca irremisiblemente a ella.

Como en las anteriores se producirá, se está produciendo, una masiva transformación de los empleos, desaparecerán algunos y se crearán otros nuevos. Una de las grandes cuestiones será si se crearán los suficientes, o se está produciendo una eliminación de empleos más allá de una transformación de éstos.

A modo de recuerdo. Con la primera revolución industrial y su mecanización de procesos industriales, y la segunda, con la introducción de la producción en serie, la disminución de empleos fue significativa. La irrupción de las tecnologías de la información y comunicación en la tercera revolución industrial, y la digitalización de procesos y servicios de la actual cuarta revolución industrial han ido en la misma dirección.

Y la cosa va in crescendo. Algunos expertos vaticinan que para 2030 (incluso antes), los ordenadores alcanzarán un nivel de computación semejante a las funciones propias del cerebro humano, la Inteligencia Artificial comenzará a mejorarse a sí misma y, antes de  2040, los algoritmos, que hoy, sólo desarrollan el 22% de nuestro trabajo, desarrollarán el 80%, quedando el 20% para tareas propiamente humanas.

 

Continuando con los vaticinios.  Para 2030 se habrán destruido 375 millones de empleo en todo el planeta. Como contrapartida, pronostican otros, habrán aparecido otras oportunidades. Sin embargo, estas opciones requerirán una formación más elevada que la media actual, produciéndose un desequilibrio entre los sueldos de la minoría mejor preparada para la industria 5.0 y el resto de personas. ¡Más desigualdad!

Con este panorama, los pilares de la quinta revolución industrial deberán poner a las personas en el centro del cambio. Las tecnologías deben apoyar y empoderar a los trabajadores en lugar de reemplazarlos. Y, en el sistema educativo y en la formación en general deberemos cultivar competencias como la creatividad y la capacidad para adaptar nuestra conducta y pensamiento a situaciones novedosas, cambiantes o inesperadas.

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