Sin alma

Lo normal y lógico cuando se compra una empresa familiar es introducir un nuevo equipo directivo para profesionalizar la gestión, en resumen, diseñar un sistema de información con reportes periódicos, métricas, indicadores y objetivos. Definir un sistema de las operaciones que buscará detallar muy bien y estandarizar la forma como se hacen las “cosas”, escribiéndose procedimientos y dibujándose flujogramas. Obviamente también se renueva la dirección y gestión económica pasando de una orientación contable a una financiera, descuidada más de lo debido en muchas pymes.

Sin embargo, a veces se producen hechos que generan riesgos y conflictos en estos procesos de compra. Cuando la antigua propiedad y dirección salen demasiado pronto, sin tiempo razonable a la transición, se envía el mensaje que el proceso de cambio no será eso, un proceso, sino una ruptura. Y, como en cualquier ruptura de una organización se producirán desavenencias y discordias paralelas y transversales, con lo que eso supone en el clima de la organización y en el negocio.

Cuando se quiere ir muy rápido en el crecimiento de la empresa, en ventas y en beneficios, se pueden producir dos efectos: uno, que se venda mal (rebajándose el margen, aumentando la oferta casi incrementalmente o sin sentido, disminuyendo la calidad para compensar el margen perdido…) con la finalidad de aumentar el número de clientes. Dos, que se lleve una gestión del control del gasto que se convierta en un estrangulador del negocio (retrasando compras, inversiones, renovaciones,…). En definitiva, se adopta una táctica resultadista, ya saben, como esos entrenadores que pueden tener un periodo en el que ganan campeonatos, pero su juego es rácano, sin identidad y sin calidad. Buenos para urgencias y para el corto plazo, pero que cuando se marcha no dejan ningún legado.

Estos hechos van vaciando la organización, perdiendo su cultura, su misión, sus valores, convirtiéndose en algo que no es, y para lo que no está preparada, quedándose sin alma. Sin su identidad esencial, sin personas que creen en ella, que quieren desarrollar su profesionalidad y participar de sus éxitos.

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