Existe un generalizado consenso entre académicos, economistas, directivos y empresarios sobre la necesidad cambiar nuestro modelo productivo, y trabajando principalmente en dos líneas, la reindustrialización de nuestra economía y un pacto serio y duradero sobre la educación y formación profesional, como vector esencial para mejorar nuestra productividad. Además, también será necesario apostar decididamente por la innovación, la digitalización y fomentar la transición energética.
Otra vez, al igual que en la anterior crisis, la reindustrialización vuelve a la primera línea de debate, algo obvio, y más cuando evidenciamos que los países más industrializados están soportando mejor las consecuencias económicas de la pandemia. Un dato a modo de ejemplo que nos confirma la importancia de esta reindustrialización: por cada más puestos de trabajo directos generado se crean de dos a cinco indirectos. Sin embargo, no parece que sea fácil cuando llevamos tantos años oyendo hablar de esa necesidad de cambio de modelo productivo, pero no se produce.
La cuestión principal será, primero, elegir en qué sectores enfocar las políticas industriales y cómo podrá ser competitiva nuestra industria en ellos, lo que conllevará un plan de acción concreto de la implantación de las medidas de reindustrialización necesarias. Y segundo, diseñar las correcciones a nuestras carencias, algunas casi endémicas, como la falta de tamaño de nuestras empresas, que limitan su competitividad. Quizás un fomento decidido, con incentivos fiscales o de otro tipo, de la colaboración entre empresas, con la creación de clústers, palie este inconveniente, y de la inversión en I+D, que sólo alcanza el 1,3% de nuestro PIB, un 53% financiado por empresas, frente al 3% de Alemania, un 68% financiado por las empresas,
En cualquier caso, para diseñar una estrategia de reindustrialización se necesitará una política de Estado, no de gobierno, será una estrategia a largo plazo, cuya implantación requerirá tiempo e implicará un conjunto de decisiones, algunas difíciles, otras controvertidas, pero con el bien común como objetivo, que tendrá que se compartidas y requerirán de un gran consenso. ¿Lo lograrán nuestros responsables políticos? ¿Apuestan?