Estamos viviendo cambios que afectan a nuestro modelo de convivencia que parecía consolidado, y que, ya no sólo está en entredicho, sino que estamos en un giro hacia formas, que parecían pasadas, pero que, se están normalizando en nuestro ideario colectivo y en nuestras relaciones sociales y organizacionales.
Bajo esa supuesta mayor eficacia y orden de sistemas más centralizados, más uniformes (o pensamiento único), y dirigidos por un líder fuerte, vamos haciendo ese giro mencionado. Si embargo, más allá de esa supuesta eficacia, lo que, muy frecuentemente ocurre en esos sistemas en el medio y largo plazo son fracasos, derivados, fundamentalmente, de su sistema de toma de decisiones.
Normalmente, a ese carácter fuerte del líder, suele estar unido una ausencia de escucha, y falta de variedad en el equipo, más cercano a la endogamia y al dogmatismo, lo que lleva que al líder se le presente la información, convenientemente filtrada, para que se adecúe al criterio que sus subordinados piensan que más le agradará. Y como todos sabemos, datos erróneos nos llevan a análisis y diagnósticos equivocados, y, por tanto, malas decisiones.
En el mundo del management, el gran pensador Peter Drucker, ya reflexionó en su libro “El ejecutivo efectivo”, sobre cómo los estilos de dirección y la actitud directiva influyen en la eficacia y productividad de las organizaciones.
Reflexiones confirmadas por numerosas investigaciones y teorías, que describen tres estilos de dirección. El autocrático, el líder fija los objetivos, dice cómo alcanzarlos y supervisa estrictamente la actividad. El democrático, el líder fija los objetivos y la forma de actuar de manera conjunta con sus colaboradores. Y el laisser-faire, el líder deja en manos de sus colaboradores todas las decisiones, sin participar en su realización, limitándose a facilitar la información solicitada.
Los resultados de las investigaciones concluían que los grupos dirigidos democráticamente tienen mayor satisfacción, asumen mayor interés en su función, su sensación de aportación es superior y son más eficaces, pues el tiempo dedicado a la tarea es menor, siendo más productivos que los autocráticos. Y, que los grupos autocráticos generan mayores sentimientos de agresividad, forjando unas relaciones humanas destructivas y de resistencia, mientras que los democráticos eran grupos más integrados.
¿Y si aprendemos de estas investigaciones del management para nuestro modelo de sociedad?
Antonio Guerrero