I+D+i y la marca España

Dos informaciones sobre la I+D+i en España me han inquietado al vislumbrar que seguimos –Administración Pública, instituciones y empresas–, sin tomarnos en serio lo estratégico e, incluso me atrevería a afirmar, lo vital que es para España y su competitividad en este siglo XXI el desarrollo y ejecución de una estrategia de I+D+i y no limitarse a ser un país de sueldos bajos y servicios.

Una de esas noticias el cierre de Abengoa Research, vanguardia que era de la investigación del sector de las energías renovables, fruto de la crisis y mala gestión de su matriz, y con 312 patentes, inversiones hipermillonarias y casi 150 trabajadores desaparece, se esfuma, dejando tras de sí años de investigación, y quizás, condicionando el futuro de la compañía al no poder basar su estrategia competitiva en la innovación y en la diferenciación que proporciona desarrollar y tener una tecnología propia. Y ya sabemos que o competimos en por esta línea o en producir muy barato, y parece evidente que en esta segunda opción poco hay que hacer contra los países asiáticos.

La otra noticia realizaba una descripción del mapa de la I+D+i en la España de hoy en día llegando tras su lectura a un par de conclusiones; primera, que la antigüedad de los centros tecnológicos –el 60% se fundaron antes de los años 90 o durante esa década–, da lugar a una asombrosa paradoja, y es la resistencia de éstos a centrar sus investigaciones en las tecnologías digitales, la IV Revolución Industrial y los grandes avances científicos de este siglo. Vamos que se resisten a la innovación. Segunda, las duplicidades (incluso en la misma Comunidad Autónoma y con menos de cincuenta kilómetros de distancia), y falta de especialización lo que implica una dispersión de las inversiones y descoordinación de los frutos que vayan dando las investigaciones. Y si bien la competencia no es mala, sino positiva, su atomización impide que ninguno de los centros tenga verdadero músculo, ni económico ni de resultados.

Ante este panorama recordaba dos políticas que se diseñaron e implantaron en España con prontitud, la fusión de las cajas, para fuesen más fuertes, acabar con su atomización y hacerlas más competitivas, y otra, el rescate de la banca para salvarla del tsunami inmobiliario. Y aunque ya se que no tiene nada que ver, si queda meridianamente claro que cuando hay voluntad y quizás necesidad, los cambios se llevan adelante y el dinero del Estado está o se encuentra. Entonces para cuando un verdadero Plan Nacional de I+D+i que coordine los centros de investigación y sus líneas de trabajo, reparta el dinero con criterios de eficiencia, enfoque al mercado (sí, porque si éste no se tendrá retorno), y resultados, de tal manera que podamos ofrecer una imagen de la marca España de verdadero valor. Es cuestión de visión estratégica, voluntad política y determinación.

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