En mi última entrega me preguntaba si habría que atacar el problema del desempleo desde otro enfoque, y si en lugar de centrarlo todo a las políticas de empleo poner el foco en la generación de nuevos modelos de gestión empresarial, adaptar nuestras empresas al siglo XXI con nuevas prácticas de gestión que impulsen el trabajo inteligente.
Continuamos gestionando las organizaciones, en aras de la producción, la eficiencia y la calidad, con sistemas jerarquizados basados en principios de control, disciplina, tareas, instrucciones y obediencia. Principios obsoletos que no dejan lugar ni a la iniciativa, ni a la creatividad e incluso ni a la responsabilidad. En definitiva, tratamos a los empleados como niños, y ya sabemos como amanece quien duerme con niños, y simplificando, esto del trabajo inteligente va de considerar a los trabajadores como adultos, no como niños.
Será necesario un profundo cambio de mentalidad, pasar del ordeno y mando, del control, a un liderazgo que capacite a las personas y confíe que estas saben hacer su trabajo, organizarse y tienen la responsabilidad de hacerlo bien. Si damos instrucciones se cumplirán pero si damos responsabilidad estaremos motivando a ir más allá del simple “así esta bien”.
Este cambio tendrá muchas resistencias, desde la alta dirección, pasando por tantos mandos intermedios que perderán control, poder y su razón de ser, que en muchos casos es asignar tareas y controlar el cumplimiento de las normas y procedimientos. Cuando lo nuevo que proponemos, el trabajo inteligente, es radicalmente lo contrario, sólo se definirá lo que se quiere y como se quiere para dar autonomía a los empleados y confiar en que no abusen de esa libertad, dejar que cada uno haga el trabajo como considere pero cumpliendo el que y el como. Se cimbrearán muchas de las estructuras jerárquicas de las empresas. Pero también existirán resistencias de los trabajadores, pues este modelo le implicará un aprendizaje, acostumbrado a la justificación fácil y a la no asunción de responsabilidad, a cumplir en lugar de asumir retos, a la crítica destructiva en lugar de la constructiva, a lavarse las manos.
Procedimientos, instrucciones, maquinarias, recursos, materias primas, sistemas de control, están hoy día accesible a casi todas las empresas, por tanto, lo que diferenciarán a éstas serán sus personas, crear una cultura, un ecosistema para que asuman sus responsabilidades y se comprometan con los objetivos de la organización. El problema está en que crear este ecosistema implica unas creencias distintas a las tradicionales, y éstas o se tienen o son difíciles de inculcar, e incluso teniéndolas, como todo cambio tendrá sus tensiones y en el mejor de los casos se darán dos pasos adelante y uno atrás, ya sabemos que las cosas difíciles e importantes llevan su tiempo. Posiblemente el futuro de las organizaciones necesiten otro tipo de líderes, más humanistas, más empáticos, más emocionales, pero no se confundan esto no está reñido con la exigencia. Parafraseando Gary Hamel, “no se puede construir una organización ganadora con empleados indolentes”.