¿HABRÁ LLEGADO PARA IRSE?
6 septiembre, 2021
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En este año y medio de pandemia hemos cambiado en muchas cosas, o al menos eso se atisbaba hace unos meses, hemos dado por hecho que muchas de nuestras nuevas normalidades habían venido para quedarse (cuántas veces hemos dicho y oído esto), que nuestras formas de ocio, de relacionarnos y de trabajar iban a ser diferentes. No obstante, los hechos parecen indicarnos que volvemos a nuestras antiguas normalidades.

 

En lo que respecta al teletrabajo también parece ser así, y, no sólo por la disminución de teletrabajadores (3,9% en 2019, alcanzamos un 35% en 2020 y actualmente es un 11%), ya que prácticamente sólo son las grandes empresas las que mantienen este sistema (en la mayoría de los casos al 50%), mientras que las pymes, nuestro mayor tejido empresarial, lo tienen prácticamente erradicado, sino también por mensajes como el del CEO de Netflix para quien el teletrabajador “resta productividad a la empresa”, o las nuevas condiciones de tecnológicas como Google y Amazon, que están barajando “penalizar” económicamente a los empleados que opten por esta modalidad.

 

En cualquier caso, pase lo que pase, un sistema de teletrabajo debe sustentarse en tres pilares:

 

Organización y tecnología. Hay que definir muy bien las funciones y responsabilidades, y asegurarse que cada empleado conoce a la perfección sus funciones y los objetivos de su trabajo. A la vez que se le dota de acceso a la información en la nube y se utilizan herramientas tecnológicas de comunicación y gestión de equipos, así como aquellas que permiten reuniones virtuales de calidad.

 

Compromiso de los empleados. Autodisciplina y responsabilidad –si esta última es exigible siempre, muchísimo más cuando se trabaja de forma independiente–, para cumplir y superar lo que la organización espera de nosotros.

 

Confianza de la empresa. Acompañar a los trabajadores, que no vigilarlos, darles soporte, escuchar y resolver sus dudas, en definitiva, estar presentes, lo que genera certidumbre y seguridad. Y, por supuesto, confiar en sus capacidades técnicas, auto-organizativas y responsabilidad.

 

Evidentemente, una transformación de este calibre necesita un cambio profundo en la cultura empresarial y, también, en la mentalidad de los trabajadores, y todos sabemos como se consiguen estos cambios, con dos pasos adelante y uno para atrás.

 

Antonio Guerrero

 

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