La globalización es el fenómeno de integración a nivel mundial en los ámbitos económico, político, tecnológico, social y cultural, que ha convertido al mundo en un lugar cada vez más interconectado, posibilitando inversiones y movimiento de capitales que anteriormente eran impensables. Y aunque principalmente la percibimos como un fenómeno económico, también es social, y ha traído consecuencias positivas, facilitando que millones de personas de países subdesarrollados salgan de la pobreza, y, en nuestro entorno, nos ha permitido acceso a múltiples contenidos culturales, un mayor desarrollo científico y tecnológico, reducir costes en infinidad de productos haciéndolo asequibles a multitud de nuevos clientes, mejoras en la calidad de productos y mayor eficacia competitiva.
Sin embargo, en los últimos tiempos existen corrientes desglobalizadoras, quizás justificables en razones económicas como: que el grado de globalización es tan avanzando que los beneficios de integrarse ya no son tan claros, que los Estados han perdido soberanía económica y, por ende, política con la libre circulación de capitales, que las nuevas tecnologías le han quitado valor a la mano de obra barata, además la robotización y las impresoras 3D reducirán drásticamente las deslocalizaciones, unido al cambio de patrones del consumidor que busca más la personalización que la estandarización, y que las cadenas de suministros tan alejadas aportan menos valor que hace años, como actualmente ha puesto de manifiesto la crisis del coranavirus, dejando, también, meridianamente claro la dependencia que tiene nuestro sistema económico de todo lo que se produce en China.
A pesar de estos argumentos, la corriente desglobalizadora se apoya más en razones socio-políticas. Pues, si bien la globalización tiene más aspectos positivos que negativos, se deben afrontar, al menos dos retos claves: mejorar la distribución de los beneficios globales para evitar ese aumento creciente de las desigualdades y que los cambios tecnológicos que se avecinan conlleven mecanismos inclusivos que eviten dejar fuera a grandes masas de personas, en caso contrario seguiremos teniendo brexits, guerras comerciales, revueltas sociales (Chile, Líbano, chalecos amarillos, nuestros agricultores) y ascensos de partidos ultras y populistas.