Crecimiento y desempleo

Datos y más datos nos ofrecen los medios de comunicación, unos positivos y esperanzadores, otros negativos y descorazonadores, en unas comparaciones con nuestro entorno salimos airosos, otras mejor ni mencionarlas porque la diferencia es vergonzosa. Va de suyo que cada contendiente político destaca lo que les conviene y oculta lo que no, pero no se trata de eso, ya hemos aprendido que por ignorar un problema no se soluciona.

Así, a la vez que nuestro crecimiento económico dobla al de la Unión Europea (1,6 vs 3,2), lo que más preocupa a los españoles, el desempleo, registraba a finales de agosto 3,7 millones de personas y un descenso en el número de afiliados a la Seguridad Social. Sin ser alarmistas, para encender las luces rojas, pues si batiendo todos los records turísticos y comenzando a repuntar la construcción las cifras desempleo no tiran es que algo falla. Un dato que puede avalar esta afirmación, España ocupa el penúltimo lugar, sólo superamos a Portugal, entre los países de la Unión Europea en ofertas de empleo (el ratio de disponibilidad laboral en el segundo trimestre fue de 0,5% en el sector servicios y 0,3% en industria y construcción, mientras que en la Unión Europa fue del 2% y 1,4% respectivamente), y lo que es más preocupante, el 94% de las empresas consultadas dijeron que no necesitan más trabajadores. Detrás de estos fríos datos existen personas con nombre y apellidos, perspectivas y ambiciones truncadas, desesperanza y aumento de la desigualdad, y esta solo crea sociedades dañinas y sórdidas.

En definitiva, estos datos y sus consecuencias demuestran que hay que hacer algo. Seguro que no será fácil ni sólo habrá una receta, pero lo que si parece meridianamente claro es que hay que actuar. Por un lado, que el mercado de trabajo necesita un cambio parece evidente, y no se si derogando las reformas laborales para seguir como antes de la crisis (¿?), o hacer algo más disruptivo y acoger el contrato único con indemnización creciente. Pero algo hay que cambiar. Y por otro lado, que nuestro modelo productivo tan basado en los servicios también debe de cambiar es sabido, y como hemos visto, los datos expresan que este modelo no da más de sí en cuanto a creación de empleo –perdimos la gran oportunidad de la crisis, que como tanto nos decían, significa oportunidad y cambio, que su gran bondad es la catarsis que facilita–, pero seguimos dependiendo en exceso del turismo y del sector servicios en general, esperando que la construcción repunte (aún no han terminado los efectos de la burbuja y ya empieza a hincharse una nueva). Cambiar el modelo productivo, crear una industria, necesita de un esfuerzo inversor en I+D, educación, y políticas de desarrollo industrial, una estrategia clara y determinación, y por supuesto un gobierno. Mientras tanto seguiremos rogando porque la coyuntura en otros lugares del globo nos salve los muebles.

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