Posiblemente pocas cosas serán más unánimes en nuestra sociedad que la “poca gracia” que nos hace pagar impuestos, a unos porque les parecen excesivos, a otros porque no usan los supuestos servicios públicos que sufragan, otros porque piensan que se despilfarra y con menos sería suficiente, y por supuestos los que ideológicamente se sitúan en el neoliberalismo y desean un adelgazamiento total del estado, y los más porque se siente agraviados por el injusto reparto, bien porque le quitan mucho, bien porque existen otros que ganando más pagan menos e incluso bastante menos.
Para cambiar las primeras razones expuestas habrá que hacer buenas políticas; de comunicación, que expliquen bien en qué y cómo se gasta e invierte la recaudación, y de organización de la Administración Pública, una buena estructura que evite la excesiva burocracia, que sea eficiente y ágil, y que a la vez no solo cubra esos mínimos elevados a los que nos hemos acostumbrado en nuestro estado del bienestar, sino que también fomente el desarrollo económico y social.
Respecto a las últimas razones expuestas, los agravios, posiblemente sea más fácil influir, tan simple como diseñar unas leyes fiscales justas e igualitarias, que se devenguen los impuestos en el país donde se obtienen los beneficios, y por supuesto sin tributaciones a la carta, que como no puede ser de otra forma benefician a las grandes corporaciones porque son las que tienen más poder de negociación y con el señuelo de crear empleo e invertir en el país seducen a los políticos de turno y consiguen acuerdos inconfesables.
Algo así tenía Apple en Irlanda, unas espectaculares ventajas fiscales cuya tasa sobre el beneficio ha ido descendiendo desde el 1% que pagó en 2003 al 0,005% en 2014, y todo por crear 5.000 puestos de trabajo. ¿Qué pensarán los medianos y pequeños empresarios irlandeses que crean millones de puestos de trabajo?. Este trato, este pacto fiscal, le ha parecido ilegal a la Comisión Europea, entre otras cosas porque rompe las reglas de la libre competencia, lo que ha llevado a la comisaria de Competencia a reclamarle 13.000 millones de euros en impuestos no pagados. La reacción de la compañía de la manzana ha sido calificar de “basura política” la decisión y amenazar con un efecto devastador para la inversión y el trabajo en Europa. Como vemos, puro estilo bravucón. ¿Qué ha sido de esa amable empresa nacida en un garaje y que junto a otras parecidas venían a crear un nuevo capitalismo, una democratización de la tecnología?
Dos cosas podemos hacer como ciudadanos y consumidores, seguir soportando esos desagravios fiscales obnubilados por sus maravillosos productos, su genial marketing y su poder mediático, o manifestar nuestro poder afeándoles y revelándonos contra sus conductas, y más cuando con los impuestos se construyen las infraestructuras, se facilita la seguridad pública y jurídica, y el desarrollo social que hace de Europa un buen lugar para que Apple venda sus productos.