CONSUMO LUEGO EXISTO

Consumir posiblemente sea el gran verbo de nuestro tiempo. Cualquier razón nos lleva a esta acción. Si estamos deprimidos para auto-levantarnos el ánimo. Si tenemos una sólida posición económica, porque no lo podemos permitir, y, además es una forma de demostrarlo. Pero, incluso, si no la tenemos para aparentar lo que no somos. Que no se qué hacer un sábado por la tarde, el shopping es una alternativa de ocio y divertimento. En resumidas cuentas y parafraseando a Descartes, consumo luego existo.

 

Vivimos en un sistema que necesita este continuo y constante consumo de más cosas de las que necesitamos, pero necesario para mantener ese crecimiento económico en el que se basa nuestro modelo. Y, a pesar, de las continuas advertencias a la insostenibilidad del modelo por la esquilmación de los recursos naturales, no somos capaces de cambiarlo. De tal forma que, incluso, las nuevas tendencias a lo orgánico, lo sostenible, lo ecológico, lo cercano, quieren adentrarnos en un mundo nuevo, con un nuevo discurso, con aparente nuevas formas, pero asumen tantas reglas del viejo, que, no queda muy claro hasta dónde llega ese cambio.

 

Posiblemente en una cosa estemos de acuerdo. No tenemos la menor voluntad de cambiar nuestro estilo de vida de consumo. Sin embargo, un reciente estudio sobre hábitos de consumo resalta que el 79% de los consumidores consideran que las marcas deben ser transparentes sobre su forma de producir y su sostenibilidad social y medioambiental, que el 46% se relaciona sólo con marcas que comparten sus valores (como el respeto a las personas y al medio ambiente), y que el 49% ha dejado de comprar marcas que no están alienadas con los mismos.

 

Parece que algo sí está cambiando. Estamos elevando el nivel de sofisticación de nuestro consumo y nuestras variables de elección entre un producto u otro. A las empresas ya no les vale sólo el marketing que apela a las emociones más que a los atributos. Están obligadas a una interactuación continua con sus clientes, a escucharlos y atenderlos, a innovar constantemente –siempre adaptándose a sus necesidades–, a compartir con ellos sus valores y ser transparentes en sus actividades. Hay que crear relaciones de confianza.

 

Antonio Guerrero

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