Definitivamente los recursos humanos no son la prioridad más importante en nuestras empresas, aunque en muchísimas ocasiones podamos oír afirmaciones del estilo “mis trabajadores son lo más importante de mi empresa” o similares. Pero esa es la diferencia entre el decir y el hacer. Los datos demuestran lo contrario. Si hacemos caso al último informe del Foro Económico Mundial sobre el capital humano en 130 países, España se sitúa en el puesto 44, sólo por delante de Grecia si nos comparamos con los países de la Unión Europea.
Los autores del informe definen como capital humano, “el conocimiento y las destrezas que permiten a las personas crear valor en el sistema económico global”, y han medido cuatro aspectos: la capacidad (tasa de alfabetización, de titulados y de universitarios), la implantación (tasa de desempleo, igualdad laboral y subempleo), el desarrollo (calidad educativa, matriculación universitaria y escolarización obligatoria) y el nivel de conocimiento (disponibilidad de empleados cualificados y conocimiento productivo). Lo que lastra a España son los aspectos de la implantación, debido a la alta tasa de desempleo y los índices de subempleo (precario, parcial y eventual), y el nivel de conocimiento, por la falta de alineamiento entre la formación profesional y el mercado laboral, y la poca formación que se imparte en el puesto de trabajo o para el puesto de trabajo en las empresas españolas, es decir, la poca inversión que se hace en desarrollo del capital humano.
Estos hechos nos llevan a la consabida falta de productividad de nuestro mercado laboral. Productividad que se ha corregido en estos años de crisis con la devaluación salarial (entre 2008 y 2015 el 10% que menos gana ha perdido un 15% de salario). Sin embargo, no parece que deba seguir siendo el camino para crecimiento empresarial, pues la inestabilidad laboral, el subempleo y la precariedad están dando lugar a un preocupante aumento de la desigualdad y a la generación de una capa social de trabajadores que se mueven en los límites de la pobreza laboral, y eso, además de no ser ni socialmente responsable, ni humanamente admisible, puede ser el caldo de cultivo de populismos, que tan dañinos son para nuestra convivencia.
Es entonces el momento de invertir en capital humano como elemento de crecimiento empresarial y desarrollo social, a la vez que se normalizan los salarios al alza, pero no de forma generalizada, sino atendiendo a las situaciones particulares de cada empresa y sector, y relacionando las subidas a la marcha de la empresa y a la mejora de la productividad. Obviamente para ello se deberá cambiar el enfoque estratégico del crecimiento y no centrarlo en sólo en la reforma laboral sino enfocarse en factores como la dimensión, la formación interna, el clima laboral y el modelo de gestión. Para esto será necesario que los hechos confirmen aquello de “mis trabajadores son lo más importante de mi empresa”.