Cuando hablamos de intraemprendimiento nos referimos a una práctica mediante la cual una empresa implica a las personas de su organización en el proceso de innovación dejándolas proponer ideas, que una vez validadas, desarrollan proyectos que se convertirán en nuevos productos o negocios. Con esta práctica se implican a las personas que están ejecutando los procesos, las que conocen de ellos, provocando una motivación extra y un compromiso con la organización que, de una u otra forma, redundará en la empresa, en mejorar su rentabilidad, en aumentar sus ventas, en atraer los mejores talentos.
Para iniciar esta práctica son necesarias un par de condiciones básicas; en primer lugar, una actitud directiva que desarrolle y fomente el entorno propicio, apoyándose en tres pilares: las personas como protagonistas esenciales y diferenciadores, la formación como generadora de conocimiento (entendido como saber, reflexión y espíritu crítico), y unos valores o principios básicos que conformarán una cultura de búsqueda de la excelencia, espíritu de superación, afán de logro, compromiso con el cambio, aceptación de riesgos sin miedo al fracaso, transparencia, autonomía, fomento de la diversidad, tanto cultural como generacional y disciplinar, la mezcla ofrecerá puntos de vistas divergentes de los que extraer enriquecedores resultados.
Además de esta actitud directiva se necesitará un sistema de intraemprendimiento alineado con el enfoque estratégico de la organización, su razón de ser (la misión), y del fin que persigue (la visión), y en el que se concretarán los (i) retos y objetivos medibles, específicos, temporales, ambiciosos y sensatos, (ii) los incentivos, monetarios o no, que aunque no deben ser el motor del proceso si son un atractivo para la participación, (iii) los recursos disponibles, tangibles e intangibles, (iv) el sistema de comunicación, soportes, periodicidad, contenido, tanto del anuncio del programa como de los criterios de elección y posterior evolución, (v) el sistema de validación y (vi) la implementación.
Esta última, la implementación, es fundamental, pues el éxito de todo proceso de intraemprendimiento requiere medir la utilidad y generación de valor de las nuevas ideas y proyectos, y su contribución a la misión y visión de la organización. Ésta última fase se olvida más veces de la cuenta, es como si las organizaciones gastaran sus energías en la generación de ideas y validación, llegando desfondadas a su implementación. Obviamente la generación de ideas con su contenido de creatividad es muy atractiva, pero no se puede olvidar que lo que ofrecerá utilidad a los nuevos proyectos es su demostración de que tiene mercado y que son rentables, ahora bien, no es menos cierto que para la implementación se requiere de esfuerzo y tenacidad, a la vez que asumir el riesgo al fracaso –ya sabemos que este va implícito al emprendimiento–. Lo importante será extraer el aprendizaje oportuno para alcanzar el éxito futuro. No hay fracaso sino aprendizaje inteligente.