Mejorar nuestro rendimiento

Cuando se tiene un puesto directivo estamos responsabilizados a desarrollar, por nuestra cuenta, ciertas habilidades para ser mejores profesionales y líderes. Una de ellas, obstaculizadas porque solemos estar saturados de trabajo, es observar. Es esencial observar las tendencias, las internas y las externas. Sin esta información faltarán claves para abordar problemas como la gestión interna del talento, pues no nos daremos cuenta de cómo van cambiando las prioridades y valores de las nuevas generaciones a la hora de incorporarse a una empresa. Sin entenderlas, posiblemente tendremos dificultades para retener el talento.  Del mismo modo, la observación la tenemos que extender hacia el exterior y conocer sólidamente el contexto del sector en el que operamos, sus tendencias, sus variables competitivas clave, las actuales y las posibles futuras, y, como mínimo de reojo, observar sectores cercanos.

Otra habilidad por trabajar es la de hacer preguntas. Preguntas que nos aporten con sus respuestas diferentes puntos de vista, posibilidades, enfoques y resultados. Si hacemos preguntas fáciles, obvias, la interactuación con el equipo se reducirá a la nada, por el contrario, las preguntas difíciles abrirán debates que beneficiarán al proyecto con el enriquecimiento de opiniones diversas. Evidentemente se requiere aprender a escuchar, con todo lo que esto significa, lo que nos dicen y lo que callan, lo que verbalizan y lo que manifiestan con otro lenguaje. Aceptar el debate, la crítica, otras opiniones también requiere un aprendizaje, aceptar el conflicto.  Centrarse en los problemas, no en lo personal.

Aprender a comunicar es una habilidad de los buenos líderes. Priorizan y ordenan sus pensamientos, estructurando la comunicación, verbal y escrita, son concisos y directos, facilitando que su audiencia se concentre en el mensaje central.

Por último, administra nuestro tiempo, Decidir lo que queremos hacer y lo que no. Hacerlo todo nos dispersa y disminuye eficiencia y productividad. Por tanto, dejar de estar donde no hacemos falta ni recibimos nada y tener tiempo para aprender cosas nuevas –aprender es un fertilizante de vitalidad, curiosidad, creatividad e innovación–, y para pensar, antes tendremos que vencer el sentido de culpa de “¿Estoy realmente trabajando sentado pensando?” Pónganse a practicar.

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