Leía hace unas semanas la noticia acerca de la apertura del juicio a Elizabeth Holmes, CEO de Theranos, una startup de Silicon Valley que prometía una nueva tecnología que revolucionaría los diagnósticos de enfermedades. Un sencillo sistema de análisis sanguíneo con el que se podían detectar enfermedades con un solo pinchazo en el dedo. Tal maravilla consiguió convencer a la mismísima FDA (la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE. UU.), y reclutar para su junta directiva a Henry Kissinger, o como inversor a Ruppert Murdoch. Sin lugar a dudas, el objetivo de detener a la muerte era demasiado atractivo.
En tiempo record la empresa tenía 800 empleados y era valorada en 10.000 millones de dólares. Sin embargo, en realidad no había nada, la tecnología nunca funcionó, y Holmes vendía humo, promesas temerarias, ensueños, y prototipos, muchos prototipos, e insostenibles irreales planes de futuro.
Dos cuestiones elementales: ¿Cómo se pudo construir esta mentira y sostenerla tanto tiempo? ¿Por qué nadie comprobó los datos reales, los números y la tecnología, antes de invertir?
Quizás Theranos, nos ilustra una cultura del ecosistema siliconvalley, en el que fingir hasta lograr la inversión es lo primero, el producto ya vendrá. En el que cierta arrogancia y seguridad en sí mismo vende más que lo que hayas desarrollado hasta el momento. Alimentada ante la creencia general que los inversores se fijan más en las personas e ideas, que la tecnología vendrá con el concepto correcto y las personas adecuadas.
Por otra parte, esta mentira duró tanto tiempo porque contaba lo que todo el mundo quería escuchar, así de sencillo. La tecnología que salva vidas, que detiene la muerte, nos seduce y nos hace poco reflexivos, incluso para los inversores.
¿Cómo protegernos ante casos como este, y tantas mentiras que nos inundan a diario? Si no podemos evitar que nos mientan, lo que si podemos es tomar conciencia y adquirir hábitos que nos protejan. Mantengamos una actitud reflexiva, y un pensamiento crítico para analizar nuestras propias acciones y la de otras personas. El pensamiento no nos protegerá de la mentira, pero sí mantendrá nuestra capacidad para evaluar la información con acierto, abordar la complejidad y llegar a mejores conclusiones.
Antonio Guerrero
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