Hacia un nuevo concepto del trabajo

Tradicionalmente cuando nos referimos al trabajo pensamos en una actividad física o intelectual que realizamos fuera de nuestro domicilio y por la que recibimos una retribución económica. Pero la tecnología está propiciando, al igual que nuevos modelos de negocio, nuevos conceptos de trabajo; el teletrabajo, para el que no existe ni horario ni lugar común donde desarrollarlo, o los generados con la sharing economy, esa segunda actividad que se desarrolla en los ciclos ociosos (el modelo originario de los conductores de Uber).

Otros trabajos se sustituyen o desaparecen, para ser desarrollados por algoritmos o robots, especialmente los trabajos rutinarios y en los que la aportación de valor de una persona no es significativa. En cualquier caso, la sustitución vendrá cuando económicamente interese que el trabajo lo haga una máquina antes de una persona. Nos gustará más o menos, pero es una realidad, además, como la tecnología abarata precios, agiliza procesos y mejora la productividad, hace irresistible su implantación.

La historia de la Humanidad es de innovación y desarrollo tecnológico, de destrucción de unos puestos de trabajo y generación de otros, pero lo que diferencia nuestro tiempo es la velocidad y que la oferta es muy inferior a la demanda. Esta situación está generando, y posiblemente genere más, un aumento de la desigualdad, un deterioro de la clase media y una polarización social, algo que no debemos permitirnos. Sabemos, porque la historia nos ilustra, como la desigualdad ha sido la causa de caídas de gobiernos, de incrementos de la inseguridad, o del nacimiento de conflictos y populismos, y por supuesto, origen de disminuciones de consumo, lo que tiene su consecuencia directa en las economías de países y empresas.

La solución pasa por un cambio de modelo y concepto social del trabajo, para lo que habrá que trabajar en una triple línea: la educación, que debe generar personas flexibles, favorables al cambio, versátiles, que desarrollen diferentes competencias profesionales. La formación profesional, adaptándola a cada persona y con una visión realista de la empleabilidad, por lo que debe ser actualizada y reactualizada constantemente. Y la mentalidad de las relaciones empleado-empleador, más orientada al desarrollo de las personas, menos al presentismo y más a resultados, más a la responsabilidad que al control.

Posiblemente ese cambio de modelo necesite ser rematado con el diseño de un sistema de renta básica, medida que tiene muchos detractores y prejuicios, como que las personas se volverán vagas y ociosas, algo que no ha ocurrido donde se han realizado pruebas, sino al contrario, tener la tranquilidad de una renta básica permite a las personas afrontar retos y actividades que de otra forma, no serían capaces de hacer. Por otra parte, simplificaría los sistemas de ayudas y subsidios que existen actualmente.

Sea lo que fuese, mi impresión es que se siguen diseñando soluciones convencionales, las de siempre con tenues cambios, pero el entorno ha cambiado radicalmente, por tanto, quizás es el momento de cambios radicales.

 

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