Credibilidad

Comenzaba la semana con las modificaciones del Gobierno de sus previsiones macroeconómicas para este año y el siguiente, que como todos ustedes saben son las cifras que marcan la evolución económica de España; el déficit, el PIB, la tasa de desempleo y la deuda pública. Constatado el incumplimiento de reducción del déficit en 2015, circunstancia que por otra parte se ha incumplido cada ejercicio de esta pasada legislatura, parece que el Gobierno asume la falta de realismo de los presupuestos que se aprobaron a finales de 2015 –presupuestos que fueron puestos en cuarentena por la UE pero sobre los que no quisieron intervenir por no influir en la elecciones (quizás para premiar la ortodoxia de estos años)–, y la extrema dificultad de llegar al 2,8% de déficit previsto para 2016, además del impacto negativo que supondría para el crecimiento los ajustes necesarios que conllevaría realizar.

En cualquier caso, los argumentos que se esgrimen ahora eran de sobra conocidos al final de 2015 cuando se cerraron los presupuestos, es decir, era un hecho que existía una desaceleración de la economía global y sus factores conocidos: ralentización de China, caída de los precios de las materias primas, volatilidad de los mercados financieros internacionales, tipos de interés casi a cero y un elevado nivel de deuda global. Entonces, por qué se diseñaron unos presupuestos con un objetivo de déficit del 2,8%, o por qué, conocido o al menos sospechado que no se llegaría a cumplir los objetivos se hicieron rebajas fiscales, lo que indudablemente dificultaría aún más esta reducción. Se me ocurren dos respuestas, por desconocimiento o por oportunismo, la primera me cuesta mucho creerla y la segunda me produce una gran decepción. Decepción, no fruto de la ingenuidad o porque no estemos acostumbrados a esos oportunismos, sino porque constatamos una y otra vez que las cosas no cambian.

De tal manera, que ese líder que no para de aludir a la credibilidad y confianza, resulta que no solo ha incumplido los objetivos macroeconómicos año tras año, algo que perfectamente puede ocurrir por todas las variables que les afectan, sino que se atisba la sospecha de que intenta “vendernos” una realidad irreal. Y la credibilidad es una de las cualidades más apreciables de cualquier líder, ya sea político o de otra índole, que se gana con el tiempo y se compone de factores subjetivos, que no son mas que la capacidad del líder de ser honesto, auténtico y confiable, e indudablemente estará influida por afinidades ideológicas, éticas, morales o estéticas, así como el grado de competencias que sea capaz de transmitir. Y unos factores objetivos, que vendrán dados por los resultados conseguidos, por los logros conquistados. Ahora bien, al final, seremos los ciudadanos los que tenemos la responsabilidad de, siendo más exigentes y críticos con los comportamientos y actuando en consecuencia, cambiar esas formas oportunistas y no “comprar” todo lo que nos quieran “vender” los “nuestros”.

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