¿Salimos a las 6?

Una nueva polémica, que no debate, saltó esta semana a la actualidad española, irrumpen con la efervescencia de un espumoso y con las mismas se les va la fuerza, duran el tiempo que tarda en salir otra. Su inconsistencia y falta de profundidad, sin objetivos ni metas, sin planes ni recursos, hacen que se queden en ocurrencias sin más trayectoria. Si bien, que las formas sean así no significa que el fondo, que el asunto, no tenga importancia, porque la cuestión no es salir a las 18.00 horas, que entre otras cosas para muchos sectores será inviable, sino algo mucho más profundo, tanto que lo que subyace, lo que está en el fondo, implicaría un cambio en muchos aspectos de nuestra vida y costumbres, produciría un cambio de mentalidad y de hábitos no solo en las empresas españolas, en sus directivos y empresarios, sino también en los trabajadores, en definitiva un cambio social en toda regla.

Es conocido que España es una ‘rara avis’ en Europa, incluyendo también los países mediterráneos, respecto a las costumbres horarias. Ni que decir tiene que lo de salir a las 6 está muy bien, pero estamos de verdad dispuestos, pues esto por si sólo no servirá para nada, sino que será imprescindible un cambio radical en la concepción del mercado de trabajo. Los empleadores deberán aceptar que ‘estar’ no implica obligatoriamente producir, que el presencialismo es algo trasnochado e ineficiente, y una buena relación de trabajo pasa por definir clara y objetivamente lo que se espera de cada empleado, designarle responsabilidades y evaluar su desempeño. Y los empleados tendrán asumir que el tiempo de trabajo es de trabajo, que la charla en los pasillos, los desayunos y cafés, el whatapps y otros distraimientos se han acabado.

Es sabido, por lo profusamente comentado y por los datos que a través de Eurostat (Oficina Estadística de la Unión Europea) se publican que nuestra productividad es muy mejorable, y existen muchos indicadores que apuntan las causas, como los horarios, tanto los de la jornada laboral como los de hábitos de vida, y encima trabajamos más horas que el resto de europeos, algo que también nos pasa factura en la conciliación de la vida laboral y personal.

Como bien ha mencionado la señora ministra solo será posible este cambio con un gran pacto global que involucre a toda la sociedad, al que habrá que acompañar de un marco normativo, de leyes, que regulen, incentiven y penalicen. ¡Cómo sino fue posible acabar con el fumar en los lugares públicos! ¿Alguien cree que se hubiera conseguido sin la decisión política y el respaldo normativo? Si de verdad se está convencido que es importante para nuestro avance la adaptación horaria, renovar el concepto de qué y cómo deben ser las relaciones laborales, hay que diseñar un plan de acción, tener una decisión política fuerte, acompañarlo de mucha pedagogía y se muy persistente, sino se quedará en una ocurrencia más.

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