Mucho se habla y se escribe sobre el talento, sobre su gestión y la necesidad de atraer y retenerlo. Es un mantra constante (perdón por la redundancia), que posiblemente usemos sin tener claro a qué nos referimos. En muchas conversaciones sobre qué es talento, se considera como algo innato, o por lo menos, con un alto porcentaje de capacidad natural. Sin embargo, para J.A. Marina (“Objetivo: Generar talento”), el talento está más relacionado con la capacidad de hacer cosas, que con la capacidad de tener cualidades: “Talento es la inteligencia que elige bien las metas, maneja la información, gestiona las emociones y pone en práctica las virtudes de la acción necesarias para alcanzarlas, ampliar su capacidad de acción y conseguir una mejora continua”.
La inteligencia es el capital que tenemos, el conjunto de recursos de conocimientos, habilidades y competencias que se ponen en acción, que se invierten para esperar un retorno. Si la inversión es buena, en lugar de gastar recursos, estos aumentarán, ampliándose nuestro campo de acción y nuestras posibilidades. En definitiva, el talento es la inteligencia actuando de manera adecuada, brillante y eficiente, sin la acción la inteligencia es un talento potencial, una posibilidad. Un capital, un recurso, sin invertir, varado, que como sabemos con el paso del tiempo se deteriora y se deprecia, y la inteligencia no es una excepción.
Por ello, el talento tiene que ser desarrollado de forma continua en una doble vertiente. A través de la formación para continuar acopiando recursos intelectuales, conocimientos y capacidades, desarrollando la curiosidad y la creatividad, como la mejor manera de abonar y hacer crecer la inteligencia capaz de idear, crear e inventar. Y mediante el desarrollo de capacidades ejecutivas como la planificación, el control de impulsos, la memoria de trabajo, la toma de decisiones, y la flexibilidad cognitiva. Desarrollar las capacidades ejecutivas es clave para mejorar el rendimiento y gestionar las tareas diarias de manera eficiente. El talento es un motor de tomar decisiones y de realizarlas.
Las organizaciones, las empresas, tienen un talento colectivo fruto de la unión de sus inteligencias individuales, si somos capaces de elegir bien las metas y el camino, y movilizarlas todas hacia un mismo objetivo aumentarán las posibilidades de construir un buen futuro.