¿Qué hacemos con el desempleo?

Cinco años ya desde que se aprobó la polémica reforma laboral. Para unos, un despropósito y una agresión sin parangón para los trabajadores; para otros, un acierto y la salvación de nuestra economía. Sea lo que sea los números están ahí y aunque éstos son fríos y no siempre muestran la auticdesempleo juvenirl cercabno al 50% no vuelve a entrar), y la contratatcinuevos contratos sontemporales, situéntica realidad –siempre tan llena de matices–, así a los positivos 1,4 millones de parados menos y 750.000 nuevos empleos, se contraponen datos negativos, a saber: la devaluación de los salarios, superior al 10%, y su consecuente pérdida de poder adquisitivo; la alta cifra de trabajo temporal, nueve de cada diez nuevos contratos son temporales, situándose en el 26,5% la tasa total, tres puntos porcentuales más que antes de esta reforma; igualmente, se ha incrementado la contratación a tiempo parcial casi en dos puntos; la cronificación del paro de larga duración (parece que quien sale del sistema no vuelve a entrar), y un desempleo juvenil cercano al 50%. Desde esta perspectiva parece que la reforma tiene más sombras que luces, aunque según un estudio del BBVA Research sin la reforma se habrían destruido 900.000 empleos y no se hubiese creado el millón de trabajo de los últimos dos años.

En cualquier caso, no parece un problema ni baladí ni sencillo de solucionar, pero ante las cifras y datos de siempre se proponen las recetas de siempre: mejorar las políticas activas de empleo, mejorar la formación a desempleados, aumentar el tiempo de prestación para los parados de larga duración, etc. Como decía, la solución no es nada fácil porque al estructural desempleo que tenemos en España se une el cambio sociocultural (nuevos modelos de familia, una nueva ética del trabajo, nuevas filosofías de vida, otras formas políticas, etc.), y los nuevos modelos económicos (gratis, freemium, colaborativa, etc..), que están produciendo la informática, la robótica, la nanotecnología y las nuevas tecnologías de la información, cambios que evidentemente también tienen su repercusión en el mercado de trabajo como una de las más importantes instituciones sociales, y que están dando lugar a un nuevo paradigma productivo.

Ante este escenario, y si la cuestión es cambiar el foco y no seguir atacando el problema con las herramientas del siglo pasado, como si el problema fuese coyuntural y pasajero, pues todo parece indicar que los trabajadores del siglo XXI estaremos afectados por un cambio estructural en la calidad y cantidad del empleo disponible, consecuencia de ese nuevo paradigma productivo. Y si entonces el enfoque para atacar el problema sea ir a la raíz, a crear nuevos modelos de gestión empresarial, nuevas prácticas de gestión (empleados autónomos, equipos virtuales, recompensas basadas en resultados, etc…), que las empresas se adapten al nuevo paradigma y sean las impulsoras de nuevas formas de trabajo dando paso al trabajo inteligente y flexible, a la creciente demanda de equilibrio entre vida profesional y personal, a la satisfacción en el trabajo, a la responsabilidad frente al control… ¿Será una posible solución?

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