Lo que fuimos

Conversábamos hace unos días un grupo de amigos que, además de la amistad, nos une haber colaborado profesionalmente para una misma organización. En la conversación, como no podía ser de otra forma, nos asaltaban los recuerdos, y estos nos llevaban a dibujarnos una imagen de esta organización que, hasta que uno de nosotros nos “despertó”, se alejaba de lo que un análisis riguroso, con datos y objetivo, reflejaría de la realidad, mostrándonos las verdaderas debilidades, y carencias, y como estas fueron más que las fortalezas, lo que venía a evidenciar su situación actual.

Esto recondujo nuestra charla hacia los vericuetos de la memoria y los recuerdos, y su peculiar forma de transformar el pasado. Como se reorganizan las emociones y como los hechos los relacionamos con reconstrucciones parciales de la realidad, para llegar a una versión más amable de lo que fue, influida profundamente por lo que nos hubiera gustado ser.

La nostalgia y, quizás cierta autoindulgencia, nos lleva a reinterpretar el pasado, considerando momentos desagradables como experiencias vitales, pérdidas como lecciones y situaciones estresantes como pruebas superadas. Esta reinterpretación es lógica y humana, y nos ayuda a proyectar un sentido de desarrollo personal. Sin embargo, esta dulce reconstrucción tiene el riesgo de crear una versión irreal de lo que fue, de lo que fuimos, idealizando momentos, acciones y etapas de una manera que distorsiona la realidad. Llevándonos a ignorar o minimizar decisiones erróneas, a disminuir nuestro espíritu crítico, y en lugar de tener un verdadero aprendizaje, que ese filtro nostálgico nos conduzca al conformismo. Además, corremos el riesgo de que al “romantizar” lo que fuimos, concluyamos que lo mejor ya nos ocurrió, cuando, en realidad, lo mejor siempre está por llegar, porque estamos en continua transformación.

Lo que fuimos, no será únicamente lo que pasó, sino lo que decidamos recordar y cómo recordarlo. Un conjunto diverso y cambiante de emociones, recuerdos y aprendizajes, cuya retro-mirada no sólo puede ser de cariño nostálgico sino que debe tener la valentía de la autocrítica para reconocer los errores, porque lo que fuimos es sobre lo que construimos lo que somos y seremos.

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