¡LA GENTE NO QUIERE TRABAJAR!

Con mucha frecuencia, a mí parecer excesiva, escucho la afirmación: la gente no quiere trabajar. Aseveración que pronuncian personas de diferentes grupos, desde un empresario que no encuentra personal q–en cuyo caso, es comprensible su comentario–, trabajadores que desarrollan su actividad por cuenta ajena en condiciones aceptables de derechos y remuneraciones, e incluso aquellos que trabajan en situaciones deficientes. En cualquier caso, mi impresión es que se está convirtiendo en un mantra, que, en el fondo nos ayuda a no aceptar los cambios que se producen en nuestra sociedad.

¿Pero de verdad es tan mayoritario el número de personas que se agrupan en ese “colectivo”? Tengo mis serias dudas. ¿Qué existen profesionales de la “paguita”? Pues seguro que sí. Como en todo, hay casuística para aburrir. Pero quizás no sea adecuado hacer de la excepción la categoría. Más bien todo lo contrario. Mi experiencia me ha llevado a comprobar que la mayoría de las personas desean y quieren hacer bien su trabajo, y este suele ser algo importante en su vida, y no sólo por su aspecto económico, sino porque también suele ser el medio de de desarrollo personal y profesional.

Lo que debemos es admitir que la escala de valores, los transcendentes y los menos transcendentes, han cambiado. Llevaba un proceso largo, aunque quizás los años de pandemia lo han acelerado. Las prioridades son distintas a las de hace años. Se busca más tiempo para uno mismo, se demandan otros salarios diferentes al económico, como tiempo, aprendizaje, desarrollo profesional.

Posiblemente, en lugar de perder tiempo en el reproche y en esa queja sin solución, debamos organizar sistemas que se adapten a la realidad sociocultural que vivimos y que faciliten el máximo aprovechamiento y rendimiento, aunque esto signifique cambiar nuestra forma de dirigir, pasando por la información que compartimos y la formación que ofrecemos, y obviamente la exigencia y responsabilidad que exigimos que debe ser alta.

En caso contrario, nos podemos ver abocados a que la nueva moda del “quiet quitting”, (el “trabajar a reglamento” de toda la vida), según el cual, sólo se ejecutan exactamente las acciones requeridas por el puesto de trabajo, ni una más ni una menos, se popularice y suframos sus consecuencias.

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