¿Es el fútbol una enseñanza en valores?

Mucho se habla acerca del deporte como fuente de enseñanza y aprendizaje para la vida, como germen de construcción del carácter y personalidad, como semillero inspirador de valores nobles: solidaridad, compañerismo, esfuerzo compartido, honestidad, etc… Es tal la buena opinión al respecto que en muchas selecciones de personal se valora mejor a aquellas que practican deporte porque se sobreentiende que poseen y cultivan esos valores expuestos. Panorama idílico que pongo en cuestión ante ciertas escenas en pasado campeonato mundial de fútbol.

Antes de continuar, afirmar mi creencia en las bondades del deporte para desarrollar ciertos valores. Así posiblemente la persona que corre –el runner moderno–, está cultivado la voluntad, la persistencia, trabajar por objetivos, saber vencer momentos de flaqueza, soportar la soledad, etc… Y quien practica un deporte de equipo: la solidaridad, la coordinación, la humildad, el respeto, el compromiso, la convivencia, etc…

Dicho esto, si me gustaría compartir un par de casos del Mundial. El asunto Neymar que, aun siendo objeto de múltiples memes, sin embargo, no hay –o yo no he oído–, ninguna reconvención de su comportamiento, cuando mínimo teatrero, y no ya por la organización, sino socialmente. Tanto es así, que según las noticias el Real Madrid sigue interesado en ficharlo por principal razón de su capacidad mediática lo que hace que venda camisetas y la marca. ¿Qué pasa en este negocio del fútbol?, que vale todo, que el fin justifica los medios, que los clientes/hinchas carecen de capacidad de crítica.

Y otro caso fue el piscinazo de Griezmann en la jugada previa al primer gol de la final. Lo peor no fue el hecho en sí, que ya me parece grave, por su falta de honestidad en el ejercicio de la profesión, sino la encendida defensa que oí en un medio de comunicación con la argumentación de que era normal intentar engañarlo, que es parte del juego, etc…, y la culpa era del arbitro caer en el engaño. Una encendida defensa de la pillería en lugar del talento, de la deshonestidad en lugar del juego limpio. Perdonen la comparación, esto es como si viéramos normal engañar al turista que nos visita.

Estos señores son auténticos líderes de opinión, imágenes a imitar para miles de jóvenes, dioses del Olimpo del siglo XXI, que tienen una responsabilidad cuando menos social. Estos comportamientos no cambiarán mientras no exista una recriminación social meridianamente clara, y no se trata de hacer de inquisidores, sino de crear un modelo de sociedad más sana. Y no caben las justificaciones de que en el terreno de juego se es de una manera y en tu vida normal de otra, como me decía un buen profesor “no es posible ser buen directivo siendo mala persona”, o como hace muchos años me advirtió un buen deportista y mejor persona, “para conocer a alguien practica deporte con él, saldrá su verdadero ser”.

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