Cultura del esfuerzo

El concepto cultura del esfuerzo parece haberse popularizado en los últimos tiempos. No termino de entender el por qué, quizás por la continua mención que ha hecho del mismo un famoso empresario, pero, si estamos de acuerdo en que será muy difícil alcanzar algún objetivo que medianamente merezca la pena sin esfuerzo, no debería ser una cuestión de “moda”, sino esencial en nuestra actitud.

Como quiera que vivimos momentos de polarización y polémica militante, me encontré hace unos días en un intenso debate sobre el término. Antes continuar, intentaré describir lo que para mí significa el concepto cultura del esfuerzo: conducirse con valores y actitudes como la perseverancia, la tenacidad, la disciplina, el compromiso y la pasión, teniendo claro que no está asegurada la recompensa o el alcance del objetivo, aunque sí que, sin esos valores y actitudes alcanzarlos será, mas cuestión de fortuna y azar, que del trabajo desarrollado para conseguirlo.

Hecha esta premisa, la polémica del debate se centró en su consideración de concepto neoliberal, pues, es defendido y realzado especialmente por quienes detentan mejores posiciones sociales y económicas, pero que, es falso de raíz, pues el punto de partida no es el mismo para todos. La desigualdad existente, tanto económica, como formativa, cultural y relacional condicionan para que, con menos esfuerzo se alcancen los objetivos deseados. Objetivos que, si partimos desde más “atrás” serán imposibles de conseguir.

Sin contradecir esta argumentación, que es radicalmente cierta, son aspectos diferentes, la desigualdad, que existe, no debe de quitar valor a la necesidad de guiar nuestras vidas con principios como los mencionados anteriormente. De otra forma crearíamos –quizás estamos creando–, generaciones acomodaticias, poco tolerantes a la frustración, muy dados al aburrimiento y al abandono temprano al primer revés, necesitados de recompensas rápidas y poco dados al compromiso.

Que la desigualdad es una realidad que marca nuestro futuro, y, por tanto, la igualdad de oportunidades es muy relativa, y que esa posible “venta” de una realidad igualitaria ha causado, y causa, la frustración de muchas personas que se han esforzados y que, sin embargo, no han conseguido los objetivos “prometidos”, puede ser cierta. Ahora bien, más cierto es que sin esfuerzo, sin tenacidad, sin pasión y sin compromiso pocos objetivos alcanzaremos.

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