Cuestión de confianza

Si asumimos que las relaciones en la sociedad actual se fundamentan en dos variables: la confianza y la aportación de valor, quizás no sea muy descabellado aseverar que cualquier relación debe sustentarse en el conocimiento, la capacidad y la honestidad de quien –sea persona física o jurídica–, realiza la transacción, y, además, ésta debe ajustarse a lo que necesite quien la recibe, en resumen, profesionalidad, en su más amplio significado, y capacidad de escuchar y comprender.

La experiencia nos demuestra que, si las relaciones comerciales no se basan en estos factores, más pronto que tarde, se producirá un deterioro, una quiebra, en la relación que ofrecerá oportunidades a nuevos entrantes, quienes aprovechando esa falta de profesionalidad y escucha prometerán la confianza y el valor deseado. Sirva un ejemplo. La irrupción de las plataformas de VTC, aparte de la facilidad tecnológica actual, viene dada porque diferentes formas de actuar de los que ya estaban en ese mercado ha ido horadando esa confianza, junto a la evolución social (del cliente) que le da valor a otras variables que antes no eran importantes.

Un ejemplo análogo podremos encontrarlo en la política, hoy que estaremos eligiendo un nuevo parlamento en Andalucía quizás sea oportuno traer el caso, y, en concreto en los partidos políticos tradicionales y sus profesionales. ¿Por qué se abrieron oportunidades a los nuevos partidos? Opiniones ilustradas nos arguyen, desde tantos episodios de corrupción y sus faltas de respuestas contundentes y claras, hasta la sensación generalizada de que viven otra realidad, seas las que sean las razones, lo cierto es que la confianza se ha ido desgastando. Si a esto unimos que las respuestas a situaciones tan graves como la crisis pasada posiblemente no han aportado el valor esperado por la sociedad, es la puerta de entrada de nuevos actores a la escena. Así parece probarlo la encuesta realiza por una empresa de demoscopia, en cuyos resultados los españoles atribuyen la responsabilidad de la crisis a los partidos políticos tradicionales por actuaciones anteriores, las respuestas dadas y sus consecuencias en un 68% y, al mismo tiempo, vinculan la aparición de los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, en un 66% y un 52%, respectivamente.

La realidad y estos datos nos lleva a concluir que si no queremos nuevas sorpresas ni radicalismos es necesario otra forma de prestar el “servicio” político, que se ejerza y practique un nuevo liderazgo, un liderazgo responsable lo que implicará actuar con decisión, tomar decisiones que solucionen problemas de forma transparente y justa, decir la verdad de las situaciones, hablando claro y sin demagogias, haciendo responsable a las personas (los ciudadanos tenemos derechos y deberes, y estos son nuestra responsabilidad), sin paternalismo,  satisfacer metas comunes y no propias, velar y proteger el bien común, resolver problemas, crear las condiciones para una buena convivencia, y mirar al futuro generando nuevos proyectos innovadores e ilusionantes. Y esto no hay otra forma de hacerlo que transmitiendo confianza y escuchando a la gente para aportarles valor.

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