Asuntos pendientes

Metidos de lleno en periodo electoral se requiere un análisis de algunos asuntos pendientes que elección tras elección y gobierno tras gobierno siguen estando en el debe, y –sin caer en una profecía autocumplida, como muy bien resaltaba el domingo pasado Rafael Romero–, dado que los índices de crecimiento económico se retocan a la baja por todos los organismos e instituciones, el nuevo gobierno no deberá demorar afrontar reformas estructurales en diferentes asuntos.

Las cuentas públicas con una deuda cercana al 100% del PIB, son un verdadero problema, nos deja en una situación de vulnerabilidad ante posibles subidas de los costes de financiación (recuerden aquellos tiempos en los que la prima de riesgo estaba todos los días en las noticias y en nuestras conversaciones), lo que obliga a afrontar sí o sí un pacto fiscal que consolide una sostenibilidad en los ingresos y que elimine del juego electoral la discrecionalidad en los repartos de exenciones, desgravaciones y bonificaciones cuando se acercan las elecciones.

El mantenimiento de nuestro estado del bienestar, cuya sostenibilidad va a depender no sólo de un repunte demográfico, sino también de una redefinición de coberturas y copagos, lo que implicará un debate serio, técnico y sin demagogias, en el que sin olvidar las ideologías se pueda alcanzar un modelo sostenible.

Otro asunto pendiente, ya comentado en otras ocasiones, es la mejora de la productividad, sin la cual no conseguiremos acercarnos a los niveles de renta de los países de nuestro entorno. Ahora bien, mejorar la productividad es una estrategia de largo plazo y en la que habrá que acometer una profunda y radical reforma del sistema educativo (contenidos, metodologías, preparación de los docentes, etc…), y claro está, si no hemos conseguido consolidar ninguna de las leyes de educación convendrán conmigo que las esperanzas son escasas. También son necesarias políticas de I+D, sólo con la innovación se aportará valor, seremos competitivos y menos dependientes de tecnologías foráneas.

 

Diseñar nuevo mercado de trabajo, con nuevas fórmulas, como el contrato único, la llamada mochila austriaca u otras variantes. Si lo de siempre no funciona y seguimos con un mercado poco cualificado y de altísima eventualidad habrá que hacer cosas nuevas. Por último, la unidad de mercados, son muchos los sectores que tienen diecisiete regulaciones, tantas como autonomías, algo que no favorece ni la productividad ni la competitividad. Para muchos será un retroceso en nuestra descentralización auonómica, aunque quizás no haya nada más retrógrado que empecinarse en lo que no funciona, porque sino funciona es evidente que no se progresa.

Estas pueden ser algunas de las áreas en las que tendrán que llegar a acuerdos nuestros políticos, nada fácil, ya lo sé, pero nadie dijo que gobernar lo fuese, pero lo que si tienen es la responsabilidad de dejar un país mejor, y preparado para los avatares económicos y tecnológicos que se ciernen en nuestro presente y futuro.

 

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