Reacción desmedida y coacción

Existen en nuestra reciente historia infinidad de ejemplos en los que grupos organizados son capaces de subvertir a una sociedad u organización mediante tácticas agresivas, bien física o verbalmente, que en aras a motivos transcendentales y superiores, son justificables. Ejemplos existen a cientos, desde muchos del siglo pasado que mejor ni mencionar; pasando por la kale borroka, calificada durante mucho tiempo como de baja intensidad, ‘cosas de chavales’; hasta los más recientes de esos independentistas catalanes que llevan amedrentando a todo aquel que no ose ser como ellos dicen (un antecedente de este clima se dio en los años 80 cuando Omnium Cultural se dedicó a presionar a los comercios que no rotulaban en catalán, y de aquellos polvos estos lodos).

Traigo estos ejemplos a colación, –posiblemente pensarán que exagero con la comparación, seguramente lleve razón–, porque viendo las formas utilizadas en el pleno prenavideño del ayuntamiento de Málaga por los trabajadores de Limasa y Bomberos, y la trayectoria de actuaciones pasadas (sabotajes, pintadas, rechazo y ninguneo a los que discrepen), me parecen muy graves para dejarlo como sólo una desmesura. Esta agresividad verbal y de acción, aunque no física, crea un ambiente de tensión y miedo que provoca que la mayoría de personas conformen su opinión por la presión que le ejercen figuras de autoridad o por el consenso de opinión entre los que le rodean, como ya demostró en los años 50 Solomon Ash con un experimento de psicología social.

Pero más lamentable es que sean consideradas actitudes comprensibles por los concejales de la oposición. El oportunismo supera a la razón. Quiera o no un concejal tiene una responsabilidad, cuando menos directiva, y entre estas está hacer lo correcto en cada momento y no lo fácil. Considerar comprensible que la agresividad (aunque solo sea verbal y gestual), sean las formas de defender una supuesta discriminación laboral, es cuando menos curioso, y más en los casos que nos ocupan.

Y no se trata de avalar sin más la actuación municipal en ambos conflictos. La relación con la parte privada de Limasa tiene muchos claroscuros, y un reglamento de mediados de siglo pasado para regular la profesión de bombero tampoco parece muy adecuado.  Pero esas no son las formas, el fin no justifica los medios, fondo y forma están unidos, no se pueden conseguir los avances y mejoras a cualquier precio. Por favor, representantes de los trabajadores cambien sus formas, no sólo tienen el deber de representar a su colectivo y luchar por sus derechos laborales, también tienen el deber de respetar las reglas, y no sólo las laborales, también las mínimas reglas de la educación, el respeto a los demás y la decencia (“dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas” RAE). Y, concejales de la oposición aprendan de otros casos, no es momento de ser oportunistas, recuerden su responsabilidad, mañana pueden estar en esa situación.

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