¡Hagan juego!

El sector de los juegos de azar, como tantos otros, ha sufrido durante los años de crisis su propia reconversión empujado por el descenso de ingresos, que en los últimos diez años ha sido de 1.500 millones en las tragaperras, de 745 millones en las salas de bingo y 236 millones en los casinos en 236 millones, lo que ha llevado a la desaparición de miles de pymes que operaban en este negocio, aún así, siguen operando 3.000 empresas que generan más de 44.000 puestos de trabajo.

Por contra, las apuestas deportivas, y especialmente las plataformas on line, están en auge –han aumentado sus ingresos en 280 millones–, lideradas por grandes corporaciones multinacionales,que tienen los recursos para diseñar una oferta con una tremenda variedad de posibilidades de apuestas, facilidad de acceso a golpe de clic, bombardeo publicitario y la contratación de emblemáticos deportistas que prestan su imagen en la promoción de estas marcas. Una buena combinación que hace difícil no caer en la tentación, o cuando menos probar, lo que les ha permitido captar, especialmente, un numeroso público joven.

Este sector sufre la misma deriva hacia la concentración que otros muchos, donde las grandes corporaciones internacionales dominan los mercados de tal manera que las pymes se ven abocadas a la unión o al cierre, ya que en el volumen está el negocio, y a partir de ahí se obtienen economías de escala y mejor rentabilidad, se adquiere el músculo necesario para invertir en tecnología e innovación, variables que los hará más competitivos.

Con esta fotografía parece que el juego es un negocio de futuro gracias a la tecnología, su vinculación con eventos deportivos y el público objetivo al que se enfoca, hombres jóvenes, a los que no sólo les mueve la ambición de ganar dinero fácil, sino que además ese componente de demostración de macho alfa, de vacile, respecto al resto del grupo, de ser quien más sabe de fútbol. La parte negativa, los alarmantes datos sobre el aumento de adictos a las apuestas por internet entre gente joven que empiezan a ser un grave problema social que no se puede obviar.

Y es esto lo que, acordándome de un antiguo profesor quien nos hablaba de negocios sanos e insanos, me lleva a plantearme las siguientes cuestiones: ¿cuánto de socialmente responsable es “aprovechar” las, llamémoslas, conductas primarias de las personas, y entre ellas la ganancia fácil, el sueño de hacerse rico sin esfuerzo, la codicia, elementos que facilitan adicciones y otros comportamientos nada dignificantes? Reconociendo la licitud de este negocio y sin inmiscuirnos en las libertades individuales, ¿debe la Administración regular aspectos como la publicidad al igual que se hizo en su momento con el tabaco? Basta ver un descanso de un partido de fútbol para comprobar el bombardeo. ¿Por qué personalidades de tan extremadamente sensatas y honestas como Vicente del Bosque y Rafa Nadal no advierten sus peligros y prestan su imagen para fomentar las apuestas? Esperemos no lamentarnos en el futuro.

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