El reto del empleo

Comenzamos un nuevo año sobre el que se ciernen incertidumbres económicas. Argumentos no faltan.  La guerra comercial entre USA y China, la pérdida del ritmo de crecimiento de esta última, la nueva política monetaria de aquella, la rebaja de los llamados “vientos de cola” que impulsados por el BCE han empujado nuestra economía, y otras razones más subjetivas como que a medida que avanza el crecimiento comienzan las dudas sobre el tiempo que le queda, la confianza a las rentabilidades actuales, y esto va “llamando” la desaceleración.

Nadie se atreve a ponerle fecha a una nueva recesión, pero en lo que, si hay más o menos coincidencias, independientemente de las magnitudes, es que en 2019 la economía se desacelerará, y lo comprobamos en las correcciones a las prospecciones económicas de la OCDE, el FMI, el BCE y los centros de estudios de los grandes bancos.

Ante esta amenaza la cuestión es cómo estamos de preparados para afrontarla. Seguimos con temas pendientes como la deuda pública, la desigualdad, nuestro nivel de innovación, el tamaño de nuestras empresas y la productividad, pero es el mercado laboral lo que más preocupa a la sociedad y, por tanto, más acuciantes de solucionar. Que el empleo ha mejorado en número es tan cierto como que el nuevo empleo es de salarios bajos (el poder adquisitivo salarial cayó un 9% entre 2008 y 2015), de contratos precarios (temporalidad, tiempo parcial, un 15% de “trabajadores pobres”), y que el paro estructural sigue siendo excesivo.

Hay que admitir que el modelo de trabajo ha cambiado, las razones de este cambio las podemos atribuir al oportunismo de los empresarios, que sin duda los habrá, pero también a la nueva realidad de la economía digital. Las empresas, al igual que todos, se enfrentan a un mundo cambiante, a una incertidumbre constante, diseñan modelos de negocios que mutan rápidamente, y se ven obligadas a adaptar sus recursos en cuanto a capacidades, competencias y habilidades a los nuevos modelos que se vayan implantando. En esta nueva realidad el trabajo autónomo ha venido para quedarse.

Por otro lado, el mercado laboral se vuelve dual, pero no en el sentido dado hasta ahora, de protección y no protección, sino de trabajos de alta y de poca cualificación, siendo sustituidos por la tecnología los de cualificación intermedia. El mercado laboral se polariza. Nada que no esté ocurriendo en otros ámbitos. Las marcas y productos abandonan el centro y compiten en low costo en gama alta, la clase media se está perdiendo, y los partidos políticos de los extremos ganan protagonismos. Como vemos la polarización es una realidad en muchos aspectos de la vida.

Ante esta fotografía la solución al problema del empleo tiene que ser disruptiva y encontrar políticas que dinamicen el mercado laboral, que faciliten la movilidad, pero que a la vez protejan a todos los trabajadores, independientemente de su estatus o modalidad de contratación. Indiscutiblemente no es fácil, pero ese es el reto.

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