¿Cómo elegir el futuro en las pymes?

Más veces de las que me gustaría en conversaciones con empresarios de pymes estos manifiestan cierto fatalismo y resignación ante el tiempo que vivimos, donde el cambio y la incertidumbre han pasado a ser la norma, han venido para quedarse. Quizás éste sea el primer paradigma que deberemos aceptar, el cambio como forma de vivir, de hacer negocios y casi de relacionarnos. Donde las grandes empresas se vuelven más grandes, aumentando su poder en los mercados. Estamos en una polarización de productos, mercados y empresas. Es precisamente esta realidad la que debe impulsar, más que nunca, a las pymes a trabajar para elegir su futuro.

Parece obvio que la dificultad de elegir el futuro es mayor para las pymes, pero eso no significa que no se pueda, sino más aún, se debe trabajar para ello como forma esencial para sobrevivir con cierta solvencia. La razón principal es ser dueños (hasta donde se pueda) de su destino, en caso contrario elegirán por nosotros los clientes, la competencia o los proveedores, encaminándonos a hacer aquello que nos imponen o exigen.

Una buena forma de empezar es elegir adónde se quiere ir y cómo. Este comienzo obliga a cambiar las formas de actuar, tener una nueva forma de dirigir, que exige, en primer lugar, tomar una decisión clara y diáfana de qué quiero ser. Que precisa dejar la improvisación a un lado, así como los cambios de rumbo, ambos deben ser la excepción, nunca la regla. Que orienta la gestión a la planificación, la definición de objetivos, su medición y análisis. Y que debe trabajar para crear algo bueno, mejor y diferente.

Va de suyo que esto no es fácil –nadie digo que lo fuera, es más, es un verdadero sinvivir–, y la primera dificultad aparece con la primera decisión de qué queremos ser y cómo queremos conseguirlo. Debe ser un proceso de reflexión, de búsqueda, de crítica y autocrítica constructiva, desarrollo de confianza, de sueño, de ambición, de lógica y raciocinio, de autonocimiento de sus recursos y capacidades, y sobre todo mucho sentido común.

La segunda dificultad será comunicarlo para que todas las partes se alineen y asuman como suyos con esos objetivos y la forma de llegar a ellos. Esta dificultad está íntimamente relacionada con la siguiente, que es por donde “mueren” la gran mayoría de planes estratégicos, la implantación, pasar de las palabras a los hechos, de la teoría a la acción. Para esto no hay más que constancia, persistencia, seguimiento y control para comparar los indicadores que medirán si se van consiguiendo los objetivos, si se va por el buen camino o hay que revisar algunos aspectos.

En conclusión, la clave para elegir el futuro está en poseer una estrategia empresarial definida y unos objetivos claros, siendo absolutamente necesario la voluntad de la dirección para impulsarla y su capacidad para implantarla. Su ausencia es el gran obstáculo de las pymes para crear su futuro.

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