Filantropía y demagogia

Atónito he vivido la penúltima polémica nacional sobre la donación realizada por Amancio Ortega a algunas Comunidades Autónomas, entre ellas Andalucía, para la compra de tecnología que ayuda a la curación de enfermos oncológicos. El asombro no es por el supuesto hecho intolerable para una democracia, ni por los individuos que la han difundido, habituales usuarios de la sobreactuación y la demagogia, sino por la repercusión que ha tenido en todos los medios.

Vayamos por partes. Primero, una de las deficiencias que tiene la España respecto a otros países es de acciones filantrópicas a través de las cuáles, el filántropo devuelve a la sociedad lo mucho que ésta le ha dado. Es un sentido de colectividad, quizás lejos del individualismo latino, de generosidad y agradecimiento de quien se ha forjado a sí mismo, y de implicación social ajeno a la inhibición del “ande yo caliente…”. Tan es así, que para la Real Academia Española filantropía significa “amor al género humano”, es decir, apoyo o ayuda desinteresada que se brinda sin pedir nada a cambio. Y que quieren que les diga, que ojalá haya muchas más contribuciones sociales filantrópicas que generen valor para la sociedad, y sin que me quede muy teatral, quizás hace falta más amor y menos rencor.

Segundo, si carecemos de filántropos de lo que estamos sobrados es de demagogos y del uso y proliferación de la demagogia como forma de ganar voluntades. Ésta se fundamenta en falsedades, utilizando argumentos y conclusiones que parten de premisas falsas, como decir que ha sido la Fundación de Amancio Ortega la que ha decidido la maquinaria a comprar, cuando sólo se ha limitado a poner el dinero y comprar lo que los técnicos de sanidad decidieron. También se basa en la utilización de un lenguaje muy medio y pensado que refuerza contenidos y exacerba sentimientos y ofensas, de ahí hablar de limosna, que es aquello que se da por caridad y puede inferir un sentido de dominación o superioridad. Se apoya en omisiones, pues revelar toda la información cambiaría el sentido de la polémica, de esta manera se omite que la donación ha sido de 300 millones cuando el gasto en sanidad es de 73.000 millones anuales, un 0, 4%, vamos que nuestra sanidad sigue viviendo de los presupuestos generales del estado y no de la caridad ni de la limosna. Y justifica la demonización del oponente, para así reforzar el grupo, por ello esa forma de hablar de los ricos, como si fuesen una especie demoniaca.

Para minimizar la demagogia no cabe más que la educación del espíritu crítico para de esta manera no ser engañados fácilmente. En esta línea ya nos lleva años de ventaja Finlandia, ese icono del sistema educativo, que lleva años invirtiendo en cursos para adultos, formación de funcionarios y el desarrollo de pensamiento crítico como algo transversal en todos los niveles de la educación asignaturas. La cuestión será si a estos demagogos les interesará una sociedad crítica.

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