¿Se nos va de las manos?

Que el valor del emprendimiento está de moda es de todos conocido, sólo basta ver las innumerables iniciativas públicas y privadas. Las razones pueden ser varias. Para unos esta puesta en valor es pura maniobra política para evitar grandes conflictos sociales, pues era y es la única forma de salida laboral de mucha gente. Para otros, entre los que me incluyo, el emprendimiento es una señal del cambio social en el que estamos inmersos, con un mercado laboral precario, sin seguridad, de bajos salarios y en el que el valor a los recursos humanos es muy mejorable, que, unido a una sociedad más formada y con perspectivas vitales distintas, lleva a muchas personas a emprender como forma de buscarse una vida mejor y desarrollarse profesional y personalmente. Claro que también están los que aspiran a crear una startup y emular esas “bellas” historias de emprendedores de garaje que han conseguido el éxito desde la nada, ese sueño americano de que cualquiera puede subirse al ascensor social y alcanzar fama y dinero.

Dicho esto, y siendo un convencido del valor positivo que tiene el emprendimiento en las personas y, por ende, en la sociedad, ya que gracias a este espíritu emprendedor se consiguen innovaciones, se aceleran cambios en diferentes sectores al introducirse nueva competencia, y este espíritu empresarial cataliza el crecimiento económico y la competitividad de la sociedad, me gustaría subrayar dos alertas para todos los que tenemos alguna u otra relación y responsabilidad en este ecosistema de incubadoras, aceleradoras, coworkings, escuelas de negocio, etc…. La primera, ser muy cuidadosos y no pasarnos con un excesivo enaltecimiento del emprendimiento que nos pueda llevar a banalizar las competencias necesarias para emprender, y caer en la simpleza del “persigue tu sueño”, “si quieres puedes”, “el poder está en ti”, y otras frases similares. Para emprender, además de unas competencias personales, aptitudes y actitudes, es necesario, o al menos muy recomendable, tener alguna formación empresarial o de negocio, cierta capacidad económica para aguantar los primeros meses y una mínima red de contactos. Las estadísticas lo demuestran, quienes tienen un mejor entorno económico y social tienen mejores resultados en sus iniciativas.

La segunda, el fenómeno startup, tendemos a catalogar a cualquier iniciativa que nace en uno de los ecosistemas de emprendimiento de esta forma y las enfocamos al proceso de inversión, que tiene su epílogo en los investors days. Cuidado con las falsas expectativas que podemos generar. Una startup, por definición, es la puesta en acción de ideas de negocio innovadoras, tecnológicas, disruptivas, que satisfacen una necesidad concreta y con un exponencial mercado global. Sin embargo, con estas características son las menos, pero nos empecinamos en hablarles de inversores, de business angels, casi dándole más importancia que a conseguir clientes, que son la mejor forma de financiarse. Estas alertas nos ayudarán a evitar que se nos vaya de las manos este maravilloso existente espíritu emprendedor.

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